Sentando las bases

Locomotora a vapor.

El camino de las máquinas. De la prehistoria a la Big Data.

Un poco de historia

El desarrollo humano podría ser recorrido a través de numerosos hitos históricos. Desarrollo del lenguaje, cambios climáticos, sucesos dentro del ámbito religioso, sucesos sociopolíticos, enfrentamientos bélicos, o incluso a través de movimientos artísticos. Para poder abordar correctamente el tema central de este sitio web es relevante conocer, al menos superficialmente, cómo se desarrolló la historia de los inventos creados por el hombre en relación a la automatización de tareas. Al fin y al cabo, la Inteligencia artificial es un nuevo paso en lograr una automatización total.

Si bien la Revolución Industrial podría ser el principal período histórico en el que pensaríamos si nos preguntaran dónde están sus inicios, el origen de la automatización se encuentran en la Prehistoria. El desarrollo de ciertas máquinas simples que minimizaban la fuerza que debían hacer las personas, el uso de energía animal o humana (esclavos o trabajadores), o el desarrollo de nuevas técnicas de explotación de la naturaleza, son algunos ejemplos de estos comienzos.

Edificio industrial Edificio industrial

Pero el hombre no solamente utilizó la automatización para permitir que una máquina realice tareas o desarrolle procesos sin intervención humana, ni que esta tarea estuviera enfocada en ahorrar tiempo o dinero. Con fines religiosos se han llegado a construir máquinas que imitaban ciertas partes del cuerpo humano. Por ejemplo, los antiguos egipcios unian brazos mecánicos a las estatuas de sus dioses. Estos brazos eran operados por sacerdotes, quienes pregonaban que el movimiento de estos era inspiración de sus dioses. Los griegos también construyeron estatuas que eran operadas con medios hidráulicos y permitían lograr un espectáculo de fascinación para aquellos visitantes que acudían a los templos para adorar a los dioses. Incluso en la Europa del siglo XVII ya existían complejos muñecos que se asemejaban a robots, dadas las capacidades motrices que presentaban. Estos desarrollos fueron diseñados específicamente con fines lúdicos. Alguno de estos autómatas eran capaces de crear dibujos, escribir ciertas frases y hasta hacer música. Este tipo de acciones eran programables mecánicamente y no permitían hacer más que aquello para lo que se las desarrollaba.

En 1623 Wilhelm Schickard (un profesor de Lengua Hebrea y Astronomía que también era también un experimentado mecánico y grabador) desarrolló un dispositivo que permitía hacer operaciones aritméticas de forma completamente mecánica. Este aparato era conocido como el Rechenuhr (reloj calculador en alemán). Aquella primera calculadora automática utilizaba un complejo sistema de varillas y engranajes que mecanizaba las operaciones que antes debían realizarse de forma manual. Si bien fue un impresionante invento para su época, no fue revolucionario por numerosas fallas que le impidieron ser más famoso en su época. Sin embargo su adelantada existencia sirvió para que en 1851 Thomas de Colmar creara la primera calculadora con un uso práctico y diario.

En el desarrollo de la automatización hubo una fundamental y singular invención que permitió impulsar como nunca antes la producción industrial: la máquina de vapor. Esta nueva tecnología permitió mecanizar numerosos trabajos que antes hacían los seres humanos y significó también una revolución en el transporte, permitiendo el desarrollo de la locomotora a vapor. Son tantas las automatizaciones que permitió esta nueva máquina que sería difícil poder enumerarlos todos. Junto al uso de la electricidad, los combustibles fósiles y posteriormente las energías renovables, la máquina a vapor significó la chispa que permitió mantener viva e impulsar la automatización. Hoy en día, sin embargo, algunas de las máquinas de nuestro tiempo, las inteligencias artificiales, no solo necesitan energía para poder funcionar y desarrollarse. Necesitan aprender y ser entrenadas con análisis de datos. Pero… ¿De dónde salen estos datos?


Construyendo la mina

El año 1969 será recordado siempre como aquel en el que un hombre pisó la Luna por primera vez. Sin embargo, también fue un año emblemático para la historia de las telecomunicaciones: ese año se produjo la primera transmisión de un mensaje a través de ARPANET (Advanced Research Projects Agency Network), la red que fue germen de lo que hoy conocemos como Internet. Creada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos durante el período conocido como “Guerra Fría”, tenía el objetivo de ser un servicio de comunicaciones que permitiese conectar distintas computadoras para difundir y preservar información de manera descentralizada, en caso de un ataque enemigo. Los primeros nodos de interconexión de esta red se encontraban en la Universidad de California, el Instituto de Investigación de Stanford y la Universidad de Utah. Su estructura se siguió desarrollando, primero localmente y luego a nivel mundial, hasta llegar al gran público a principios de los años ’90, que de manera masiva comenzó a utilizarla con diversos fines. Durante esta nueva etapa Internet se basaba principalmente en la búsqueda, localización y consumo de información. Buscadores rudimentarios devolvían listas de contenidos indexados en sus bases de datos, según las palabras y símbolos que el usuario introducía en el campo de búsqueda. Existía la interacción entre usuarios aunque todavía se reducía únicamente a los e-mails, las salas de chat o los foros.

Desde mediados de los años ’90 Internet continuó evolucionando y ya en la frontera con el nuevo milenio se incorporó gradualmente una nueva lógica basada en la generación de contenidos por parte de los usuarios. El desarrollo de Internet permitió que los sitios de Internet fueran más amigables visualmente y se generaran nuevos espacios para la participación de los usuarios promedio, aquellos que solo consumían contenidos. Con la aparición de los blogs y su sección de comentarios, se gestaron nuevos espacios de interacción entre el productor del contenido y los consumidores. Es posible también identificar aquí el nacimiento de la figura del prosumidor, un tipo de usuario que explotará todas sus capacidades digitales recién con el auge de las redes sociales, la aparición de los smartphones y el desarrollo de las tecnologías de Internet móvil y de alta velocidad, durante la segunda mitad de los años 2000. Este nuevo tipo de usuario empieza a generar sus espacios personales de difusión como los blogs, perfiles en redes sociales, repositorios de contenidos audiovisuales, entre otros nuevos espacios. Lo más destacado de esta etapa de Internet es su aspecto de interacción entre los usuarios y la capacidad de creación y difusión masiva de contenido que tiene cualquier poseedor de un dispositivo con conexión a la red. Hacia mitad de la década del ‘10 las redes sociales ya estaban instaladas en la cotidianeidad de la mayoría de los internautas y los diferentes servicios de streaming (la distribución digital de contenido multimedia a través de una red digital) dejaban de ser una novedad y sumaban nuevos usuarios muy rápidamente.

Las grandes empresas continuaron siendo coprotagonistas del escenario digital durante esta etapa, la publicidad no deja de estar presente en todo espacio disponible y los usuarios cada vez tienen más contenido para consumir. Todo este volumen de información y su manipulación es conocido como Big Data. Para su gestión y análisis, dada la enorme cantidad de datos existentes, se desarrollaron diferentes algoritmos en paralelo al desarrollo de Internet. Entendemos el concepto de algoritmo como una serie de instrucciones, operaciones o reglas establecidas que, por medio de una sucesión de pasos, permiten arribar a un resultado o solución. Estos algoritmos estarán presentes en la gran mayoría de las páginas y los servicios que utilicen los usuarios a través de Internet. La revolución que generó Internet, su carácter omnipresente y de fácil acceso, sumado a la Big Data, es el reflejo de un nueva etapa de la evolución del desarrollo humano. Es llamativo pensar que nos encontramos en un nivel de desarrollo que nos permite generar tal cantidad de información que se hace imposible, al mismo tiempo, acceder a su totalidad. Es así que podemos identificar a los algoritmos como protagonistas invisibles de la actual etapa de Internet. Como afirman Viktor Mayer-Schönberger y Cukier Kenneth, en su libro Big Data. La revolución de los datos masivos, “Es más, debido al vasto tamaño de la información, muy a menudo las decisiones no las tomarán los seres humanos, sino las máquinas”. Son los algoritmos creados los que permiten darle un nuevo uso a los datos existentes. Según los autores el procesamiento de datos masivo implica tres cambios de mentalidad:

Semejante volumen de información está profundamente relacionado a la capacidad de los algoritmos para transformar en datos todo consumo en Internet. De este modo, la datificación de gustos, actividades, emociones, desplazamientos y todo tipo de actividad humana en Internet, provee información a quien pueda estructurarla y analizarla para darle una organización. Así se podrán encontrar patrones y utilizar dicha información con fines múltiples. Uno de los actores más claros para ejemplificar este proceso podría ser Google. El buscador y todos sus servicios enlazados, pertenecientes al mismo ecosistema sincronizado, utiliza nuestra información recolectada por cada actividad que realizamos digitalmente para confeccionar un perfil de usuario, único y específico para cada uno. Si bien sus servicios básicos no tiene un costo monetario, el valor de los datos que recolecta es mucho mayor si se tiene en cuenta todos los usos que potencialmente podría darles.

Todo nuestra actividad en Internet es el oro de esta época. Desde nuestras computadoras, teléfonos móviles, o cualquier dispositivo conectado a internet (e incluso aunque no lo esté constantemente), se registra, almacena y analiza nuestra información.

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